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Terror y Horror



Desde los albores del arte literario, una de las áreas más llamativas y explotadas ha sido el Miedo, aquella emoción adrenalínica ante lo peligroso o incomprendido, aquella necesidad de preservación que nos torna en criaturas de instinto puro con la sola mención de sus sinónimos. Técnicas para explotar la emoción más oscura hay varias, así como también géneros que le derivan (Thriller, Psicológico, Suspenso, Survival Horror, etc.), y quizá les dediquemos un breve ensayo en el futuro; pero ahora mismo nos preocupa otra área, una zona gris que muchos amantes del género siguen confundiendo, y sin embargo se trata de dos técnicas generales muy distintas: Terror y Horror.


Es común confundir a los hermanos Terror y Horror. Ambos terribles desde sus primeros días, gemelos al parir, brotan de la necesidad de adrenalina para los masoquistas lectores que disfrutan en la comodidad de la imaginación distante. Ambos nacen con facciones aversivas, tales como la degradación corporal, el rostro mutilado, o la enfermedad pestilente que amenaza a sus cercanos, incluso la presencia paranormal que le rodea y acosa; pero en su interior hay un brillo, algo cubierto por la pútrida piel y los ojos de perla negra, que misteriosa atrae como vórtice a los desafortunados que les siguen con la mirada.


Pero hay una diferencia abismal entre los hermanos. Conforme fueron creciendo y desarrollando su personalidad, Terror se volvió más inquisitivo, metódico, planificador; mientras que Horror, al ser víctima de un déficit de atención severo y crisis de ansiedad convulsiva, poco o nada le importaban los planes de su hermano, y prefería espantar al breve pero suficiente instante a sus víctimas.

Terror es el hermano inteligente, y Horror el hermano más activo.


Terror prepara a la víctima con el sadismo cruel del asesino, y la presión envolvente del psicópata, dejando entrever sus acciones hasta surgir explosivas en un solo clímax de desesperación ardiente, donde, a pesar de haber descubierto el plan del monstruo psicológico, es incapaz de hacer algo para evitar su cruel destino.


Horror no planea, él actúa, él se abalanza sobre sus víctimas las cuales no esperan nada de aquel breve instante de paz que les conforta. Ante la sorpresa apenas pueden actuar, y sucumben ante el miedo y el pánico que Horror les provoca a escasos segundos de su entrada.


Terror usa el entorno, sus planes perfectos y el suspenso del ambiente para orillar a su víctima a la locura antes de un desenlace “aterrador”. Horror usa a la víctima misma, su cuerpo, sus impulsos, su frenesí para destrozar desde dentro hacia afuera, dejándolo clavado en el pánico mientras queda “horrorizado”.


Veamos ejemplos claros de nuestros gemelos favoritos, en manos de los mejores autores de este mundo de oscuridad.


-¿Quién está ahí?


Permanecí inmóvil, sin decir palabra. Durante una hora entera no moví un solo músculo, y en todo ese tiempo no oí que volviera a tenderse en la cama. Seguía sentado, escuchando… tal como yo lo había hecho, noche tras noche, mientras escuchaba en la pared los taladros cuyo sonido anuncia la muerte.


Oí de pronto un leve quejido, y supe que era el quejido que nace del terror. No expresaba dolor o pena… ¡oh, no! Era el ahogado sonido que brota del fondo del alma cuando el espanto la sobrecoge. Bien conocía yo ese sonido. Muchas noches, justamente a las doce, cuando el mundo entero dormía, surgió de mi pecho, ahondando con su espantoso eco los terrores que me enloquecían. Repito que lo conocía bien. Comprendí lo que estaba sintiendo el viejo y le tuve lástima, aunque me reía en el fondo de mi corazón. Comprendí que había estado despierto desde el primer leve ruido, cuando se movió en la cama. Había tratado de decirse que aquel ruido no era nada, pero sin conseguirlo. Pensaba: “No es más que el viento en la chimenea… o un grillo que chirrió una sola vez”. Sí, había tratado de darse ánimo con esas suposiciones, pero todo era en vano. Todo era en vano, porque la Muerte se había aproximado a él, deslizándose furtiva, y envolvía a su víctima. Y la fúnebre influencia de aquella sombra imperceptible era la que lo movía a sentir -aunque no podía verla ni oírla-, a sentir la presencia de mi cabeza dentro de la habitación.”


Edgar Allan Poe, en este fragmento de “Corazón Delator”, nos lleva de la mano del suspenso y la locura, preparando al protagonista (y al lector) para un éxtasis de revelación, “aterrando” poco a poco con el ambiente oscuro de muerte que le rodea. Este es un ejemplo perfecto de “TERROR”, el hermano planificador, el que desea estallar la cabeza de su víctima desesperada por el atisbo perdido de luz.

Ahora veamos una obra de Horror.


La letra del pobre Johansen estuvo a punto de fallar cuando escribía esto. Creía que de los seis hombres que jamás alcanzaron el barco, dos habían muerto de puro terror en ese maldito instante. Aquel ser no podía se descrito, no hay palabras para expresar semejantes abismos de inmemorial y delirante locura, tan abominables contradicciones de toda la materia, la fuerza y el orden cósmico. ¡Una montaña caminaba y se tambaleaba! ¡Dios del cielo! ¡Qué prodigioso que a través de la Tierra, enloquezca un gran arquitecto y delire de fiebre el pobre Wilcox en ese preciso instante telepático! El ser representado en los ídolos, aquel engendro verde y mucilaginoso llegado de las estrellas había despertado para reclamar lo que era suyo. Las estrellas estaban de nuevo en posición, y lo que un culto milenario había fracasado en conseguir por medio de preparativos, lo había logrado un grupo de despavoridos marinos por mero accidente. ¡Tras millones de millones de años el Gran Cthulhu se alzaba de nuevo, ávido de placeres!


Howard Phillips Lovecraft, en este fragmento de “La llamada de Cthulhu, La locura que llegó del mar”, nos impregna con la sensación de sorpresa y hastío, de repugnancia e ínfima insignificancia propia ante el cósmico bestial, de aquella sensación que nos eriza los vellos de la nuca y nos provoca el sudor helado del HORROR. Sentimos la adrenalina ante su presencia, y nos enraizamos del pánico traicionero para ser consumidos por lo incomprensible. Ya sea una masa bulbosa y grotesca, ya sea un fantasma desfigurado y etéreo, ya sea un monstruo afaccionado e instintivo, el hermano horror usa lo que nuestra mente no es capaz de interpretar, y nos lo coloca enfrente para contemplarlo, cayendo “horrorizados” por la sorpresa y pánico final.


Con esto espero que a usted, amado lector, le quede clara la diferencia entre los gemelos Terror y Horror, aquellos bien queridos y amorfos hijos de los géneros oscuros, que aunque diferentes en extremo en técnica y desarrollo, no existe obra alguna que no los use juntos, destruyendo la psiquis de la víctima por ambos lados de la trinchera: El suspenso del Terror, y el pánico del Horror.

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