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H. P. Lovecraft, el maestro Cósmico

Lovecraft, con oír o leer su nombre nos invaden imágenes de criaturas grotescas, terrores universales, y descensos a la locura. Uno de los maestros indiscutidos del género de horror, y fundador de la mitología que lleva su nombre, Lovecraft es un referente, un parteaguas entre la literatura norteamericana y el clasicismo inglés.


¿Pero quién fue este hombre?, ¿cuál es la historia del escritor que creó a sus propios dioses?.


Howard Phillips Lovecraft nació en el seno de una familia acomodada de Providence, en Rhode Island. De ascendencia reconocida, sus primeros años fueron historia de comercio, con el negocio familiar de la joyería. Su padre Winfield se dedicaba a las ventas de una compañía platera, con una particular ausencia en la vida de su hijo; mientras que su madre, Sarah, padecía de problemas de conducta, insultando y maltratando a sus hijos en reproche por acciones que no les incluían. Desde este punto vemos un tema muy particular en la sangre familiar: Psicosis; el padre de Lovecraft era propenso a ataques nerviosos, mientras que su madre padecía de habituales histerias; esto terminaría por marcar la vida del futuro escritor, en especial cuando su padre fuera internado en un hospital psiquiátrico tras una crisis.


El joven Lovecraft, ya desde muy temprana edad, gustaba de perderse en los parajes de Providence. Con una imaginación exacerbada trataba de escapar de su triste realidad, inventando aventuras que ocultaran la vida familiar. La aventura sería su principal vía de escape, en especial cuando se descubriera el verdadero padecimiento de su padre: Sífilis. A los cinco años después de ser internado. el señor Winfield Lovecraft fallecería por complicaciones neurológicas, fruto de una infección avanzada de Sífilis; el joven Lovecraft sufriría una transformación fruto de este terrible suceso, no por el cariño a su padre (el cual era casi un ausente), sino por las repercusiones familiares.


Debido a la enfermedad de su padre, el negocio familiar se había perdido durante toda la estancia en el psiquiátrico. La familia no podía seguirse manteniendo, y decidieron vivir con el ilustre grupo familiar de los Phillips. Sería en este punto de la historia, que Lovecraft tendría su verdadero apoyo, y muchos dicen quizá el único en el seno de su hogar: su abuelo, Whipple Van Buren Phillips.


Al igual que el gran linaje Phillips, el abuelo Whipple era un ávido y astuto empresario, reconocido en toda Providence, e incluso en todo el territorio norteamericano. Sabía cómo negociar, pero más allá de esto, sabía lo que era un sueño. Whipple vio un gran potencial en su nieto Howard, pero no para los negocios, sino en otro aspecto el cual, aunque muy distinto del negocio familiar, merecía atención y apoyo.


El joven Lovecraft era un genio desde muy corta edad; leía, oraba, e incluso recitaba poesía con total soltura desde los tres años, y poseía una escritura avanzada desde los siete. Era un ansioso lector de la novela de misterio, y en uso de su imaginación sublime llegó a fundar un grupo detectivesco, el cual aunque iniciara como un juego, se volvió un aspecto serio en la comunidad de Providence a sus trece años.


Su abuelo lo alentaba en todo aspecto que desatara su imaginación, y ya desde muy joven se veía su inclinación por la vida de escritor. A la edad de quince años, escribiría su primer relato, un cuento gótico más afín a las lecturas de Poe, que a un futuro maestro de la prosa burda, La Bestia en la Cueva.


Este escrito sería no solo la primera obra escrita, sino también el cerrojo de su futuro. El abuelo Whipple, emocionado por la lectura de su nieto, decidió dejar que la imaginación de Howard volara lejos. Es aquí donde encontramos el primer lugar importante en el corazón del futuro Lovecraft: la Biblioteca de su abuelo. En este glorioso recinto se fundarían los vertientes de su personalidad.


Las obras griegas fundaron su visión filosófica de la vida, y los escritos politeístas, irónicamente, terminaron por declararlo ateo. Su pasión por la lectura fue tal, que llegó incluso a olvidarse del mundo, descuidando un aspecto que sería la cadena por el resto de su vida, su salud.


El joven Lovecraft era un erudito de edad temprana, y como tal, tenía serios problemas con sus compañeros. Debido a sus deficiencias sociales, y a la escasa salud (se decía que era escuálido como rama), entró a la escuela hasta los ocho años, siendo un ausentista frecuente, ya fuera por enfermedad habitual, o por simple negación a asistir; pero Lovecraft no era un mal estudiante, al contrario, gracias a su predilección por la lectura había logrado obtener un conocimiento envidiable en áreas como la Astronomía y la Historia, cualquier tema teórico era su fuerte, siendo considerado una enciclopedia viviente.


Su vida de joven literato no era un secreto. Escribía frecuentemente en revistas científicas, tanto a modo de estudiante, como de simple aficionado, siendo su punto de vista importante para varios eruditos de la época. El conocimiento que había acumulado lo hacía equiparable a sus propios maestros, quienes fascinados intentaron que el joven continuara sus estudios… pero esto no fue posible; la salud y el aspecto social no fueron el único problema el cual tuvo que enfrentar el joven Lovecraft, sino otro momento de su vida que, al contrario de la muerte de su padre, sí destrozaría la psique del futuro escritor, despertando al demonio que lo atormentaría hasta el final.


En 1904, moriría la única persona que lo había apoyado, su abuelo Whipple Phillips. El dolor por la pérdida de su pilar emocional fue tal, que el suicidio fue una idea constante a partir de este momento de su vida; aunado a esto, la gestión del negocio familiar se perdía con el genio de su abuelo, y toda la familia tuvo que abandonar su hogar en Providence. El joven Lovecraft trataría de cubrir la pérdida con la lectura y la escritura, tanto fantástica como científica; pero algo había cambiado en él, una pequeña fibra que deshilaba lentamente su cordura.


Es aquí donde vemos un antes y un después. Aunque su abuelo falleciera en 1904, debieron pasar cuatro años para que el dolor destrozara la pobre mente del joven Lovecraft. En 1908, el día de su graduación del colegio, sufrió el primero de muchos colapsos nerviosos, fruto del dolor, el estrés y las pesadillas. Hasta este instante, los escritos del joven Lovecraft eran en su mayoría de crítica científica, siendo el resto de fantasía idealista; pero en este momento comienza a moverse la pluma de pesimismo.


Ese mismo año, Lovecraft “abandona” su vida sedentaria, para vivir como ermitaño a base de sus escritos. Casi sin amistades, y poco frecuentado por su familia, los pocos que lo conocieron sabían que no era el mismo joven Howard de siempre; el niño genio se había transformado en un crítico de la vida, y sus roces con la sociedad eran cada vez más agresivos.


Durante este periodo tuvo fuertes encuentros con otro escritor de la época, un autor de obra romántica conocido como Fred Jackson. El debate sobre lo “falso” del romance del autor llegó a tal escala, que incluso se crearon dos grupos de admiradores, enfrascados en un combate letrado defendiendo uno o al otro. Al final esto llamó la atención de la United Amateur Press Asociation (UAPA), terminando por invitar a Lovecraft a sus filas.


Aquí comienza otro capítulo en la vida del escritor. Lovecraft acepta (después de varias invitaciones e insistencias) ingresar a las filas de la UAPA, llenando sus publicaciones de ensayos y poesía, abandonando su periodo de aislamiento social. En 1917 regresa a escribir ficción y fantasía, mezclando su dolor pasado con una nueva vertiente de esperanza; es en este punto que nacen obras como Dagon, su primer escrito profesional.


Lovecraft comienza a ser reconocido como escritor de fantasía oscura, y olvidando su aislamiento previo, comienza a forjar amistades con otros escritores. Suenan nombres como Robert Bloch (autor de Psycho), Robert Howard (autor de Conan, el Barbaro), y Clark Ashton Smith (principal contribuyente externo a Los Mitos de Cthulhu); todos ellos autores de géneros oscuros.


En este tiempo vemos a un Lovecraft más maduro, con grandes aspiraciones literarias, y un futuro prometedor sobre la pluma. Sus amistades crecían, y la voz en su cabeza disminuía, sanando la ausencia de su abuelo. Todo avanzaba con el sol en el horizonte, hasta el día en que falleció su madre.


La relación de Lovecraft con su madre ha sido objeto de estudio por décadas, tanto por sus implicaciones en enfermedades psicológicas, como por su influencia en los mundos de pesadilla del autor; lo cierto es que pocos se aventuran a especular. No es un secreto, nunca lo fue, que la madre de Lovecraft estaba clínicamente loca, pues desde la pérdida de su esposo llegó a tratar al único heredero varón tanto como una paria, como con sobreprotección. Los estados de humor de Sarah Phillips variaban desde la más extasiada euforia, hasta el más terrible de los salvajismos en escasos minutos, y era el pobre Lovecraft quien tenía que soportar sus embates. La muerte de Sarah en 1921 tras complicaciones de una operación quirúrgica, fue tanto un alivio como un suplicio para el autor, pues a pesar del sufrimiento de por vida que había tenido que soportar, amaba a su madre casi tanto como amó a su abuelo.


La pérdida de su último antecesor sentó a Lovecraft en la realidad. Hasta este momento el escritor esperaba vivir de sus obras, pero no pensó en lo que vendría con su entorno; la vida que se presentaba era difícil, y la riqueza de la familia Phillips se difuminaba, por lo que decidió aportar a la literatura de una forma más activa. Es en este punto que se funda el “Círculo Lovecraft“, una congregación de distintos autores, todos en torno al género oscuro, con el mismísimo maestro como editor. Autores como sus amigos Robert Bloch, Robert Howard y Clark Ashton fueron primeros, pero después se agregaría otros como Frank Belknap Long y August Derleth.


Al mismo tiempo, Lovecraft conocería a la única mujer de su vida. A pesar de su hórrida xenofobia y racismo, terminó por enamorarse de una mujer de ascendencia judía, fuerte e independiente, dueña de su propio negocio. Sonia Greene era todo lo contrario que alguien hubiera esperado de la mujer de Lovecraft, quien cada vez acentuaba más su actitud racista, al grado incluso de la paranoia. Se casarían en 1924, y vivirían unos cuantos años en Brooklyn, también el último lugar donde uno esperaría encontrar al escritor, siendo Nueva York de mediados del siglo XX, un mar de culturas distintas.


Pero el matrimonio no duraría mucho. Sonia perdería su negocio por malos manejos (y los inicios de la depresión económica), cambiando su vivienda a Cleveland; mientras que Lovecraft se mantendría en Nueva York. La pareja se separó formalmente en 1926 con pasiva amistad, aunque nunca firmaron el divorcio.


Es en Nueva York donde la antigua herida comienza a reformarse. Lovecraft nunca conoció el fracaso en realidad, todo lo que tocaba, fuera escrito o vida, se volvía oro; pero él nunca lo vio así. El pesimismo y la paranoia eran constantes en su vida, a pesar de siempre mostrarse con actitud amable a sus cercanos. La gran ciudad era un infierno para el escritor, un monstruo que crecía para devorar sus ideales supremacistas, y sería aquí donde la pendiente de locura comenzara a apoderarse de su vida.


Destruido aún por la pérdida de su madre, y con la ausencia de su esposa, sintió que el dolor regresar. Nueva York era demasiado grande y multifacética para el autor, y decidió al poco tiempo de su separación, regresar a su hogar en Providence.


En 1927 comienza la más fructífera y oscura etapa de su vida. La cascada de emociones se había liberado de la presa, imprimiendo con tinta cada oscuro vestigio de su pasado en historias de terror y demencia. Publica sus obras de mayor renombre, como La Llamada de Cthulhu, y En las Montañas de la Locura, la mayoría publicadas con la UAPA en Weird Tales. Sin embargo, sus escritos poco a poco comenzaron a transformarse, tornándose más largos y más oscuros, siendo que al final no podía seguir publicando con sus compañeros literatos. Terminaría por publicar de manera independiente, pero los gustos de los lectores no se compaginaban con los suyos, dejando este periodo de su vida en una difícil situación económica.


Sería en Providence donde pasaría sus últimos años. La salud de Lovecraft siempre fue delicada, su débil nutrición y constantes ataques de paranoia mermaban la ya pobre psique del autor. De haber transcurrido más tiempo en la tierra, lo más probable es que sucumbiera a horrores psiquiátricos como sus padres; pero el final fue más justo para humano que había sufrido tanto. Los problemas renales y el cáncer intestinal lo atacaron sin aviso, falleciendo el 15 de Marzo de 1937, apenas un mes después de que le fue detectada la enfermedad.


Howard Phillips Lovecraft sería enterrado en el mismo panteón que su abuelo, sin lápida ni distintivo, quizá por la precaria situación económica de la cual fue víctima en sus últimos años. Mucho después, un grupo de seguidores le levantaría una lápida con la muy famosa frase de sus cartas, “Yo Soy Providence”.


Esta es la historia del gran maestro Lovecraft, un hombre que supo transformar la literatura de terror, fruto de sus propios demonios e infiernos. Mucho se ha hablado de su vida, y de los misterios y verdades que conlleva; se ha especulado sobre su racismo, sus terrores nocturnos, la influencia de los padres, e incluso sobre esquizofrenia; y aunque la mayoría se han confirmado, sigue siendo un autor cuya vida nos invita a investigar la profundidad de su mente, escondida entre líneas, en las cientos de historias girando en torno al universo hórrido del maestro del terror cósmico.

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